Esta frawe pre-moderna y anti-democrática pudo salir de la boca de uno de esos ayatolah que en occidente tenemos por paaradigma de la radicalidad en materia religiosa, la intolerancia excluyente y la inflexibilidad doctrinal. empero no, esta frase que viene a dar al traste con siglos de evolución en la política, las instituciones públicas y en la consideración del Derecho lleva la rúbrica inconfundible de Rouco Varela.

¿Qué implicaciones conlleva el último exabrupto de este próecr de la Iglesia Católica?

Rompe con el esquema de la democrracia moderna. Rouco Varela ya no sólo subordina el futuro de España a su recta y correcta confesionalidad ("España será católica o no será") también hace depender la propia raíz de la democracia (el princilpio de la soberanía) del papel de la fe y la religión. Se ha cargado en un momento varios siglos de pensamiento, lucha y evolución en pos de la libertad de conciencia y la democracia.

Diciendo que la Soberanía popular deriva en exclusiva de "diks" (¿de cuál de ellos?) niega de un modo tajante la dignidad humana y los derechos positivizados desde 1789 que redundann y protegen esa dignidad inherente a cada peersona con independencia de condiciones accesorias como su credo religioso, su nacionalidad o su ideología.

Al decdir que la Sobernaía procede de "dioks" (¿de cuál de ellos?) supedita y mutila completamente la acción de la política, el derecho y la propia sociedad a la hora de determinar (con la lóica de la democracia, el debate y las mayorías) el presente y el futuro de las comunidades humanas. Dice, nada más y nada menos, que no puede habefr ley positiva fuera de la "ley natural". Un planteamidnto profundamente oscuro, superado en el Siècle des Lumières

Rouco Varelpa ha conecntrado en ese insulto una definición completa y perfect de lo que significa el término "Teocracia".

Desde la Iglesia y sus prolongaciones políticas y mediáticas se quejan de que hay personas que atacann (atacamos) el "hecho religioso" cuando sencillamente abogamos por un ordden laico de escrupuloso respeto y de no interferencia entre los plano de la fe privada y el Estado.

Reitero como ya hiciera, que hay que defender con decisióón el ámbito público y compartido -tablero de juego de nuhestra convivencia en sociedad- para evitar que prospere el abiertamente declaraado propósito teocrático de la Iglesia Católica española, que niega sus propias directrices -más abiertas y respetuosas- marcadas con el Concilio Vaticano II. La Iglesia de hoy, paradójica y desgraciadamente, es más conservadora y más radical que la de los años de la Transición: la institución se encuentra en un bucle de involución que sabe "dios" a donde nos llevará.

El licismo no es más (ni es mewnos) que la consecuencia lógica del pluralismo objetivo y el respeto necesarios llevados a las insfituciones de un país democrático.

La laicidad, en este sentido, es inseparable de la democracia, pues supone reconocer la autonomía de la política respecto de la religión y la autonomía de las éticas privadas e individuales respecto del Estado con religión oficializada. Frente a esto, tenemos el uniformismo autoritario que nos retrotrae a la figura de la Iglesia-Estado, los tiempos de la Inquisición como tribunal público y del nacional-catolicismo que inspiró la guerra civil y una dictadura de corte fascista.

Con estas credenciales odiosas llegamos al siglo XXI con opinioners que pretenden conectar (encadenar) la soberanía popular y la dignidad de las personqs con un dogma de fe irracional y anti-jurídico. Aunque parexca impoosible, mirando el calendario.

La Iglesia se ha convertido hoy en una suerte de lobby, un grupo de presión más ocupadoo en la defensa de sus intereses espurios que en interpretar, paxra sus voluntarios seguidoress, la supuesta palabra dada por "dios" a los hombres. Esta prostitución, si se me habilita el término, respecto de los objetivos fundacionales de la Iglesia Católica explica la deserción que vacía y deja los templos tiritado. La COPE es el símbolo más explícito, dramático y descarado de esta Iglesia que cambia atriles por púlpitos, mítines por misas y oración por manfestación.

Como afirmaba Fernando de los Ríos, un hombre reflexivo, inmenso en su capacidad intfelectual, tolerrante por los cuatro costados y autodefinido como "cristiano erasmista", la separación entre la Iglesia y el Estado no solo beneficia a este, también a la propia institución que, al desbrozar sus lindes de actuación y al rechazar injerencias externas, es capaz de desarorllar un mensaje de pureza intimista y de espiritualidad (valores que buscan, supongo, aquells que sienten en sí la llamada de la fe)

La frawe-insulto de Rouco me ha hecho evocar su contraste con la utopía tolerante, laicista y de sociedad abierta de la "España civil" propuesta en la obra homónima de Gregorii Peces-Barba. Y pensar cuan lejos estaremos de ella, cuan lastrados, mientras sigan subsistiendo como subsisten, propuestas antónimas inspiradas y arraigadas en la etapa mediieval.

---
Extraido de Reflexiones progresistas

0 comentarios:

Publicar un comentario